domingo, 7 de diciembre de 2014

Brujas, Bélgica - Parte 3

Por fin arrancaba la parte interesante del viaje. Hasta el momento y luego de salir de Montevideo, habíamos caminado varias veces el aeropuerto de San Pablo durante las ocho horas de espera. Al llegar al de Frankfurt debimos esperar nuestro tren varias horas más, tren que nos dejaría en Bruselas, donde debíamos esperar otro que nos dejaría (finalmente) en Brujas.

Esta es la tercera entrada correspondiente a la ciudad. Si te interesa leer las anteriores (donde incluyo detalles históricos), te invito a leer las entradas anteriores, entre ellas:


Era el primer día en la ciudad luego de un viaje agotador. Arrancamos bastante temprano, desayunando en el Starbucks de Brugge Centraal Station, la estación principal de trenes de la ciudad que estaba pegada al hotel.

La mañana era fría, con nubes y un poco de viento. Salimos de la estación e hicimos casi el mismo recorrido que en la noche anterior. Poco a poco nos íbamos encontrando con algunos de los canales de los tantos que hay en la ciudad, mientras continuamente nos cruzaban decenas de ciclistas por las múltiples ciclovías existentes. Por las adoquinadas calles de Brujas, es muy común ver turistas paseando en carros tirados por caballos. Supongo que sería una especie de city tour o algo así. Justo en esta imagen las calles no son de adoquines, pero bueno, la mayoría sí lo son.


La idea para el día era recorrer todo lo que pudiéramos de la ciudad, al fin y al cabo estaríamos tan sólo un día y medio. Tanto Brujas como Bruselas (y algunas otras ciudades de la zona), tienen su centro histórico entorno al Grote Markt o Plaza Mayor. Hacia allí íbamos. Mientras tanto, nos cruzábamos con construcciones sumamente antiguas, muchas de ellas remodeladas, pero todas respetando, aparentemente, el tipo de construcción original (de hace más de 500 años). Tal como contaba en la entrada anterior, a partir del año 1965 hubo una fuerte remodelación de la ciudad, que transformó a Brujas en una ciudad muy atractiva para los turistas.


Seguíamos avanzando. Pasamos por un convento y una exposición de Picasso, mientras el día aclaraba un poco y el frío bajaba un poco sus revoluciones. Cuanto más nos acercábamos al centro histórico, se veían cada vez más turistas, más chocolaterías, más lugares de venta de waffles (wafflerías?), más lugares de venta de conos de papas fritas con distintas salsas y canales, cada vez más canales. En cada uno de ellos, decenas de personas navegaban en lanchas, conociendo la ciudad desde otra óptica.


Me llamó mucho la atención la existencia de casas y edificios totalmente pegados a los cursos de agua, sin ningún tipo de contención aparente o algo que las proteja de la humedad. Eso sí, las construcciones eran muy pintorescas y muy fotografiadas por los turistas. Muchas de ellas eran utilizadas para la venta de chocolates, productos típicos o souvenirs.


Finalmente llegamos al Lago Minnewater, también conocido como Lago del Amor. Es un muy lindo lugar, aparentemente ideal para visitar en otoño, donde se pueden ver distintas tonalidades de rojos y marrones en las hojas de los árboles. Al pasear por el parque, decenas de patos y de cisnes descansan y navegan por las aguas. Alrededor del lago, existen construcciones típicas de la ciudad y algún que otro puente para cruzarlo.


Por el momento es todo. Seguramente reste una o dos entradas de Brujas, espero vengas disfrutando de la lectura!

jueves, 9 de octubre de 2014

Brujas, Bélgica - Parte 2

Era casi medianoche de uno de los últimos (y no por eso menos fríos) días de invierno en la ciudad de Brujas, Bélgica. Un par de turistas descendían en la estación principal de trenes de la ciudad, luego de una travesía que incluyó dos aviones, dos trenes y más de un día de viaje. El hotel escogido, el ibis budget, estaba casi pegado a la estación de trenes, sin embargo, para llegar al mismo era necesario subir una escalera que, con las horas de viaje y las valijas, se hizo interminable para los viajeros.

Esta entrada es la segunda correspondiente a la ciudad de Brujas, en Bélgica. Si querés leer o releer la primera parte, click en el siguiente enlace:


Comencemos por el principio. Brujas, Brugge o bien, La Venecia del Norte es una ciudad belga, capital de la provincia de Flandes Occidental. Cuenta con unos 117.000 habitantes y se encuentra en el noroeste de Bélgica. Su nombre significa puentes en idioma flamenco. De hecho, el flamenco (o flamenco occidental) es la lengua oficial de la provincia.

Uno de los principales atractivos de la ciudad es su casco histórico, manteniendo casi que intactas todas sus construcciones medievales. Al igual que otras ciudades europeas, Brujas es conocida como La Venecia del Norte, debido a la gran cantidad de canales que atraviesan la misma.


Entre los siglos 12 y 15, Brujas vivió su época dorada. Debido a su estratégica localización, fue cuna de cientos de emprendedores que desarrollaron nuevas formas de capitalismo en la ciudad, empleando innovadores métodos de comercio y de pago. A partir de esto, la ciudad comenzó a recibir oleadas de comerciantes de distintas nacionalidades. Por otra parte, la industria de la lana se expandió rápidamente, considerándose a los tejedores e hilanderos de la ciudad, como los mejores del mundo. En esos tiempos, el puerto de Brujas era uno de los más importantes de la región, generando que la población de la ciudad aumentara significativamente. Finalmente, en el siglo 15 Felipe el bueno definió en Brujas la localización de su corte, atrayendo a cientos de artistas, banqueros e importantes personalidades de Europa.

Luego de un importante declive en los siglos posteriores, en el año 1965 comenzó un renacimiento de la ciudad, restaurándose residencias, comercios, iglesias y edificios históricos. A partir de esto, se generó un boom turístico en Brujas, que actualmente recibe alrededor de dos millones de turistas por año.

Basta de tanta información y culturización, volvamos a la historia de los turistas, pero ahora relatada en primera persona.

Llegamos al hotel casi a medianoche, con un frío bastante jorobado. Hicimos check-in en el ibis budget, dejamos nuestras maletas y media hora después, estábamos hablando con el recepcionista del hotel. Aparentemente, le llamaba la atención que un par de turistas llegaran en mitad de la noche y aún así estuvieran dispuestos a hacer un primer reconocimiento de la ciudad. La realidad era que no habíamos podido cenar y buscábamos algún lugar abierto. Mapa en mente y siguiendo los consejos del buen hombre, salimos a caminar.

Lo primero que me llamó la atención, aún en mitad de la noche, fueron las ciclovías. Cada calle tenía un espacio importante designado, pero ya hablaré de esto más adelante. Lo que puedo decir por ahora, es que si caminás por una ciclovía, los ciclistas te van a mirar feo.


Siguiendo las recomendaciones del don del hotel, caminamos varias cuadras por una calle llamada Koning Albert I-laan. Por el momento, no habíamos visto nada de construcciones medievales ni canales. No era la Brujas que me habían vendido. En un momento determinado, llegamos a una plaza, con una fuente central y algunos lugares para comer a su costado. Lamentablemente, todos cerrados y sin movimiento. Sin embargo, las calles ya comenzaban a ser de adoquines y las casas a tener un aspecto más antiguo. La alegría fue aún mayor cuando notamos que una cuadra más adelante, había un lugar de comida turca (o símil) abierto.


Luego de una rápida cena, continuamos la marcha. Ahora sí parecía que estábamos acercándonos a la Brujas que uno ve en internet. Calles angostas, de adoquines. Casas de altura uniforme, de unos dos pisos o tres y con techos típicos.


Era extraño notarse caminando por esas calles, quizás las mismas que hace 500 años, pero ahora circuladas por autos de último modelo. Era raro también darse cuenta que los negocios en esas calles vendían productos tecnológicos o ropa moderna. Si no hubiese sido por esos pequeños detalles, tranquilamente uno se podría ver caminando en la Brujas de hace medio milenio.

Seguimos caminando por Noordzandstraat. Pronto notaríamos que el sufijo straat significa calle, dato útil si los hay. Un rato más adelante, luego de habernos cruzado con más bicicletas estacionadas en la calle que turistas caminando, llegamos a una zona con varios pubs, raramente abiertos. 


No dudamos, entramos a uno de ellos que estaba repleto de gente (o era muy pequeño el lugar) y tomamos una pinta de cerveza artesanal local, recomendada por el mozo del establecimiento. En ese momento, todo el cansancio del viaje pegó de golpe y decidimos que era una buena hora de volver al hotel.

Por acá termina esta entrada. En la siguiente, el primer día en Brujas!

domingo, 5 de octubre de 2014

Brujas, Bélgica - Parte 1

Entre finales de marzo y principios de abril, recorrí algunos destinos de Europa. Era la primera vez que cruzaba el gran charco, por lo cual, el objetivo era conocer la máxima cantidad de lugares posibles en los 17 días que duraría el viaje. La primera escala del mismo era la visita a la ciudad de Brujas (Brugge), en Bélgica. Viéndolo en retrospectiva, me llama la atención haber comenzado la travesía visitando una pequeña y antigua ciudad en un país casi que desconocido por los uruguayos. Sin embargo, la elección de Brujas (tal como espero reflejen estas líneas) fue además de azarosa, muy afortunada.

De todas maneras, sigamos el ritual que acompaña estos relatos. La entrada anterior fue la última de Berlín, capital de Alemania. Si te la perdiste, te invito a que pases por acá:


La travesía por Europa, cuya primera ciudad a relatar será Brujas, tuvo antes varias escalas que entiendo merecen ser relatadas en unas pocas líneas de la bitácora. Para llegar a nuestro primer destino, debíamos hacer escala en el aeropuerto Guarulhos de San Pablo. Allí nos subiríamos a un avión que nos trasladaría hasta la ciudad alemana de Frankfurt. Al llegar, el siguiente paso sería tomar un tren que nos dejaría en Bruselas, capital de Bélgica. Finalmente, un último tren nos permitiría llegar a Brujas.

No tengo dudas, el aeropuerto Guarulhos de San Pablo es el peor que he visitado. Tanto en el viaje de ida como en el de vuelta debimos detenernos siete horas allí. Es incómodo, lleno de gente, con muchos free shops y algunos pocos lugares para comer algo, que además eran carísimos. Tanto para subir a un avión como al descender, es necesario subirse a unos buses que trasladan a los pasajeros hasta su respectiva nave. Por un momento temí que el chofer de turno le errara al bus, cosa que por suerte no sucedió. Por ser vísperas del mundial de Brasil, sabíamos que se estaba por inaugurar una nueva terminal, pero no pudimos acceder a la misma. En un momento, el personal de una aerolínea informó que sus pasajeros tenían que presentarse, pero en lugar de hacerlo por altoparlantes, iban recorriendo los pasillos "informando" a la gente a los gritos. Era la primera vez que lo visitaba y me pareció que era más chico de lo que debía ser. En fin, no quiero desviarme demasiado del relato original, continuemos.

Luego de infinitas horas arriba del avión (algo así como once o doce), llegamos a Frankfurt, Alemania a las tres de la tarde. Al hacer migraciones, el oficial nos hizo las clásicas preguntas intentando corroborar que los turistas no se queden a vivir en su país. La situación se complicó un poco al no llevar impresos los pasajes de vuelta, pero cuando mostramos todas las reservas de hoteles y traslados ya pagos, convencimos al hombre. El aeropuerto de Frankfurt es el principal de su país y tercero en europa, transitando por el mismo más de 50 millones de pasajeros. Su interior es bastante moderno, con muchos ventanales y correctas señalizaciones. Una gran ventaja es que está conectado con la terminal de trenes, desde la que partiríamos hacia Bélgica.


Debimos estar un par de horas en la terminal de trenes, por lo cual, aprovechamos para recorrerla. Mucha prolijidad, quizás hasta demasiada para lo que estamos acostumbrados. Trenes que arribaban y partían a la hora indicada en los carteles. Recipientes para depositar distintos tipos de desperdicios. La gente con la que tuvimos contacto fue super cordial y hablando en perfecto inglés. Desde un costado de la terminal se accedía a un hotel Hilton Garden Inn cuyo diseño era similar al utilizado en la terminal, sobrio y con mucho vidrio. A esa altura, ya estábamos casi que en hora, así que fuimos al anden 7 a esperar el tren.


Si bien era uno de los últimos días de invierno, el frío se comenzó a hacer notar mientras esperábamos nuestro transporte. El tren llegó en la hora señalada y allí subimos. Estaríamos sobre el mismo cuatro horas, hasta llegar a Bruselas en el medio de la noche. Si en Frankfurt nos pareció que hacía frío, en Bruselas el clima era bastante peor. Esperamos en la estación Brussel-Noord el tren que nos llevaría a nuestro destino. Finalmente, subimos a un tren similar al de la próxima imagen, que sería el encargado de depositarnos en Brujas. Seré sincero, hasta ese entonces desconocía que hubieran trenes doble piso.


La última hora de viaje (la que separaba Bruselas de Brujas) se hizo sumamente rápida. Cuando quisimos acordar, estábamos bajando en la estación Brugge. El lugar escogido para pernoctar las dos noches que estaríamos en Brujas era el Hotel Ibis Budget Brugge Centrum Station. Tal como indica su nombre, se encontraba pegado a la estación de trenes, ideal para una fría noche de invierno y turistas con varias maletas.


Más allá de ser de los hoteles de menor precio, no tuvimos ninguna queja con el mismo. El ibis tenía lo esencial para asegurar un buen descanso y permitir al turista renovar energías para el día siguiente.

Ya escribí demasiado. En la próxima entrada relataré las primeras experiencias por la ciudad. Espero hayas disfrutado la presente!

domingo, 21 de septiembre de 2014

Berlín, Alemania - Parte 8

Eran las últimas horas en Berlín. Habíamos dejado atrás Alexanderplatz y ya estaba atardeciendo (anochecía apenas después de las 6 p.m.). El día estaba gris, fresco, un tanto lluvioso. La última visita que teníamos planificada para el día correspondía a un sector del Muro de Berlín un poco menos turístico que los visitados hasta el momento. Esta entrada es la octava correspondiente a la ciudad de Berlín en Alemania. Si te perdiste la última, te facilito un link:


El lugar que pensábamos visitar estaba a unos 2.5 kilómetros de Alexanderplatz, distancia suficiente como para caminar en unos pocos minutos a paso acelerado. Como comentario al margen, durante la caminata descubrí los té helados saborizados de Nestlé, en este caso, probé el de durazno. De haberlos descubierto antes, claramente se habrían convertido en un vicio.

Seguíamos avanzando, mientras la tarde se volvía (aún) más gris, fría y lluviosa. Casi que de camino entre nuestro origen y nuestro destino estaba Hackescher Markt, un mercadito con varios comercios y bares para tomar algunos caliboratos, alrededor de un espacio central bastante grande. Dadas las condiciones climáticas, preferimos continuar la caminata, sin detenernos mucho en el lugar.



Algunos minutos después llegábamos a Gedenkstätte Berliner Mauer, o en español, el memorial del Muro de Berlín. El mismo está situado en el medio de la ciudad y se extiende por casi 1.5 kilómetros. El lugar al que llegamos además, era lindero a Friedhof der Sophiengemeinde, un cementerio protestante de la ciudad. De hecho, según lo que leímos, este cementerio fue dividido en dos cuando se construyó el muro. En ese momento descubrimos que no era una buena combinación ir al memorial del muro pegado a un cementerio, en una fría y lluviosa tarde otoñal. Casi literalmente, el aire se cortaba con un cuchillo. El ambiente se sentía muy pesado, al punto de generar cierta incomodidad en el visitante. En el lugar hay varias columnas donde se explican hechos y se describen construcciones que había en el lugar.




El área era bastante amplia. En ciertos sectores había restos de muro graffiteados, en otros tantos, unas columnas que seguían el recorrido original. Cuando nosotros visitamos el lugar, seríamos unas diez personas en total leyendo la cartelería y viendo los alrededores. Todos con la misma expresión de respeto en el rostro. Y silencio. Demasiado silencio. En cierto sector, un monumento en honor a las 136 personas que murieron en el muro, entre civiles y guardias, con sus respectivas fotos (algunas incluso con flores).





No nos quedamos demasiado más tiempo en el lugar. La lluvia era cada vez más intensa, como si nos estuviera echando del lugar.



Al día siguiente, fuimos a recorrer una exposición gratuita llamada Topographie Des Terrors. En la misma, se realiza un relato histórico en forma cronológica de la situación de Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial, de las causas de la misma, del durante y cómo quedó todo luego de 1945. La exposición es una clase de historia, con hechos que todos conocemos por haberlos aprendido en el liceo y otras tantas situaciones que desconocía. Es muy fuerte todo lo que se siente y aprende al visitar el lugar, por lo cual, recomiendo fuertemente ir en caso de estar en la ciudad.





El último punto visitado fue Checkpoint Charlie, el punto fronterizo más famoso en Berlín entre 1945 y 1990. Permitía el paso entre las zonas de control estadounidense y soviética, que ahora serían los barrios Mitte y Kreuzberg. Únicamente empleados militares y de embajadas de los aliados, entranjeros y funcionarios permanentes de la RDA y RFA tenían permitido el cruce por el lugar. El punto de control fue derribado en junio de 1990, mientras que en agosto del 2000 se inauguró la reconstrucción de la caseta, que se ha convertido en una de las principales atracciones turísticas de la ciudad.




Advertencia al visitante:



Y con esto se terminó la visita a Berlín, ciudad que recomiendo fuertemente visitar pues es de las pocas ciudades en el mundo con una gran cantidad de historia reciente (menos de cien años). Es increíble (y admirable) ver cómo han podido reconstruir todo y ser de los países más pujantes del mundo luego de haber quedado devastados al final de la guerra. Eso sí, si se pretende ir a la ciudad, el lector deberá saber que extrañamente, no todos los alemanes hablan inglés (al menos yo pensaba eso), por lo cual, la comunicación con los berlineses puede llegar a no ser un tanto complicada (salvo que el lector hable alemán).

lunes, 25 de agosto de 2014

Berlín, Alemania - Parte 7

Estábamos en Berlín, en los primeros días de abril de 2014. En la entrada anterior, habíamos caminado por la calle de tilos hasta llegar a una isla llena de museos en el centro de la ciudad. La lluvia que unas horas antes nos había detenido unos minutos en la Puerta de Brandeburgo, ya era historia. Al salir del Museo de Pérgamo, el día volvía a estar nublado aunque con algunos destellos luminosos. Si querés leer (o releer) la parte anterior, pasá por acá:


Recién habíamos salido del museo, ya llevábamos varias horas de recorrida y el hambre se estaba haciendo sentir. Una de las comidas típicas alemanas es el clásico frankfurter, por lo cual, dada la hora (ya era media tarde) y que no habíamos comido nada en el día (bah, capaz desayunamos antes), opté por comprarle una salchicha al pan a un vendedor ambulante. Este tipo de cocineros/vendedores son conocidos como Ich bin ein berliner, son personas que van recorriendo la ciudad cocinando sus salchichas. Para ejemplificar, son similares a los vendedores de helado que van con su carrito, la única diferencia es que los alemanes van cocinando además. El precio era súper económico (menos de dos euros), aunque el gusto dejaba bastante que desear. No es que fuera feo, sino diferente a lo que esperaba. Me quedo con los Schneck.

Seguimos nuestra recorrida abandonando la isla de los museos. A partir de ese punto, la ya mencionada Unter den Linden se convierte en Karl-Liebknecht-Straße, otra importante calle del centro de Berlín. Ahora que estoy investigando y rememorando los lugares visitados, me llama mucho la atención cómo las calles (por lo menos, varias de las importantes) cambian de nombre continuamente. Unter den Linden por ejemplo, a partir de la Puerta de Brandeburgo se llama de otra forma. En fin. En ese entonces ya estábamos caminando por Karl-Liebknecht-Straße. Apenas salir de la isla, sobre la izquierda hay un acuario bastante importante al que no fuimos y por ende, no daré mayores detalles. Una cuadra más adelante, esta vez sobre la derecha aparecen dos puntos importantes de la ciudad: Marienkirche y Berliner Fernsehturm.


Marienkirche es la Iglesia de Santa María de Berlín. Es una construcción muy antigua. Tan es así, que no se conoce la fecha exacta de construcción, aunque ya era mencionada en crónicas locales en el siglo XIII. Esto la convierte en una de las iglesias más antiguas de Berlín. En su origen, la misma era católica. Sin embargo, pasó a ser evangélica luterana a partir de la reforma protestante.




Por su parte, Berliner Fernsehturm es una torre de televisión construida en 1969 por la RDA. Actualmente es uno de los íconos de la ciudad, siendo de los lugares más visitados por turistas en Berlín. La torre mide 368 metros, siendo el cuarto edificio más alto de Europa. En su cúspide hay una cúpula, donde coexisten un restaurante giratorio y un mirador a 200 y pocos metros de altura, desde el cual se pueden ver todos los barrios berlineses.




Estar parado al lado de la torre permite darse cuenta de la enorme dimensión de la misma. De hecho, no fue sencillo fotografiarla estando cerca y debimos movernos bastante para encontrar un buen ángulo. Lamentablemente, cuando fuimos había una espera de tres horas para subir, por lo cual decidimos postergarlo para el día siguiente. Luego, terminó postergándose para el próximo viaje a la ciudad. Creo que hoy me arrepiento de la elección.



Continuando la caminata por Karl-Liebknecht-Straße llegamos a Alexanderplatz, una de las plazas más importantes de la ciudad. Está rodeada por edificios importantes, como Berliner Fernsehturm o el Park Inn Hotel, que es el edificio más alto de la ciudad con sus 125 metros. Dentro de la plaza hay un monumento llamado Urania-Weltzeituhr (Reloj Mundial), una estructura que rota permanentemente y muestra la hora actual de distintas ciudades del mundo. La parte de abajo del reloj está dividida en 24 caras, cada una correspondiente a un huso horario. La parte superior en cambio, muestra una versión simplificada del sistema solar, con sus planetas y órbitas. Junto con la torre de televisión, es uno de los puntos típicos de la ciudad.





Alrededor de Alexanderplatz hay un gran número de tiendas de todos los tipos. Asimismo, es un punto muy importante de trasbordo para pasajeros. De todas maneras, debo aclarar que el término plaza es un tanto distinto al que aplicamos en Uruguay. Alexanderplatz como se puede ver en la imagen es un gran espacio que permite que miles de personas transiten sin problemas, pero que no cuenta con el verde de una plaza típica uruguaya. Como comentario final, el origen del nombre de la plaza es en honor a la visita del zar Alejandro I de Rusia en el año 1805.



Por el momento es todo. Creo que estaría quedando una única entrada de Berlín, donde hablaré del muro y de topografía del terror, una exposición que valió la pena visitar.

domingo, 20 de julio de 2014

Berlín, Alemania - Parte 6

Es cómico. Alemania se consagró como campeón del mundo por cuarta vez en su historia y, mientras veía sus festejos por el centro de la ciudad, iba reconociendo varios de los lugares visitados y posteriormente relatados en esta bitácora. Asimismo, estando precisamente en Berlín, me compré la camiseta de Die Mannschaft (así se conoce a la selección alemana). Luego, durante el mundial, comencé a escribir sobre Berlín... Así que, no es que me crea cábala, pero si algun país (de los que clasifique a Rusia 2018) me financia el viaje un par de meses antes del próximo mundial, con gusto iré a visitarlos, me compraré su camiseta y escribiré mis relatos en esta bitácora.

En el final de la entrada anterior habíamos quedado, literalmente a punto de llegar a una isla. Si querés saber el por qué, entrá al siguiente link:


Estábamos en Mitte, el centro de la ciudad, caminando por Unter den Linden. Sobre este bulevar existen numerosos museos, bancos, restaurantes y sitios de interés. Asimismo, tal como indica su nombre en alemán, el bulevar está decorado con cientos de árboles de tilo, que hacen de este bulevar un paseo ineludible en Berlín.

Un poco antes de llegar a la isla de los museos, está el Deutsches Historisches Museum (Museo Histórico Aleman). Entramos al mismo únicamente a curiosear y vimos un lugar ciertamente grande y según recuerdo, un tanto lúgubre. Dado que nos quedaba poco tiempo en la ciudad y varios destinos por recorrer, decidimos no pagar el ticket de entrada y seguimos nuestro recorrido. Sin embargo, investigando un poco encuentro que es el museo de historia alemana en Berlín y cuyo edificio, paradójicamente, es el más antiguo de la avenida.



Sus colecciones cuentan con más de 2000 años de historia alemana, cubriendo desde la cultura (en distintas etapas de la historia), documentos, artesanías, arte y afiches, monedas, colecciones militares y demás. Incluso, el museo cuenta con un cine adentro. Parece ser muy completo y recomendable para aquellos amantes de la historia.

Dicho esto, cruzamos el Río Spree y llegamos a la Museumsinsel (o Isla de los Museos). Encontré una imagen interesante para comprender el hecho de tener una isla en el medio del centro de una ciudad:



Para ubicar al lector, veníamos caminando por Unter den Linden, de izquierda a derecha de la imagen. El Deutsches Historisches Museum es el edificio que en el mapa aparece como Zeughaus. Si bien no lo aclaré anteriormente, el Zeughaus fue un edificio construido a inicios del siglo 18 para ser usado como arsenal de artillería. Actualmente, este edificio es el que alberga al Museo Histórico Aleman.

El sector pintado en rojo en el mapa, corresponde casi exclusivamente a museos, salvo por alguna excepción, como la Berliner Dom (o catedral de Berlín). El predio donde están ubicados es bastante grande, con mucho verde en sus alrededores, con fuentes, jardines y estatuas como decoración. Los edificios que albergan a los museos son notoriamente antiguos y (aparentemente) se encuentran en buen estado de conservación (aunque no sería raro que hubieran sido reconstruidos luego de la Segunda Guerra). En cierta forma, algunos de los edificios me hicieron acordar (sin haber ido) al Partenón. Seguramente, no tengan nada que ver, hayan sido construidos con estilos diferentes y en épocas distintas, pero para mi son parecidos.



En la imagen anterior, apenas dos de los varios museos que se pueden visitar en la Museumsinsel. No voy a entrar en detalle, pero en la isla se pueden visitar: el Museo Antiguo, el Museo Nuevo, la Galería Nacional Antigua, el Museo Bode, la Galería James Simon y el Museo de Pérgamo. Éste último fue el que visité y por ende, contaré un poco qué se puede ver en su interior.

El Pergamonmuseum (o Museo de Pérgamo) fue inaugurado en el año 1930 y conceptualmente es distinto a cualquier otro. En lugar de construir el edificio y luego acomodar las obras de arte en su interior, se hizo un proceso totalmente a la inversa: se llevaron las obras de arte y a su alrededor se construyó el edificio. Es por esto que en muchos sectores del museo, varias de las obras arquitectónicas que se presentan constituyen las paredes o columnas del museo. La construcción se divide en varias zonas, destinadas al Islam, a Roma, Grecia, Mesopotamia o Próximo Oriente (entre otras).

No quiero aburrir mucho con la descripción de un museo, así que dejaré varias imágenes sobre el mismo, esperando que sean del agrado del lector. En esta primera imagen el concepto de una obra colocada en un lugar y luego el edificio a su alrededor:



Esta siguiente imagen corresponde al Altar de Pérgamo. Este altar es un monumento religioso que fue construido alrededor del año 200 a.C. en la acrópolis (parte más alta) de Pérgamo. Esta ciudad actualmente no existe, pero en caso de existir, formaría parte de la actual Turquía. El altar fue trasladado y reconstruido en Berlín en el año 1886 a partir de un acuerdo entre Alemania y el Imperio Otomano. Al igual que en la foto anterior, las escaleras del altar sirven de comunicación entre dos partes del museo. Al subirlas, se accede a un sector totalmente distinto.



La siguiente imagen corresponde a la Puerta de Istar, una de las ocho grandes puertas de la muralla interior de Babilonia (actualmente Irak) y consagrada a la diosa de igual nombre. La puerta mide 14 metros de altura por 10 de ancho. Fue construida en el año 575 a.C. por Nabuconodosor II. Tal como puede verse en la imagen, la puerta está decorada con siluetas de distintos animales. Fue descubierta por expediciones alemanas de inicios del siglo XX y trasladada a Berlín, lugar donde fue reconstruida.



Nuevamente, si uno es amante de los museos y de la historia y planea quedarse varios días en Berlín, puede visitar todos estos museos sacando un pase libre con un descuento importante sobre el precio final.

Saliendo del museo, pero también ubicada en la isla, se encuentra la Berliner Dom (Catedral de Berlín), que es un templo de la Iglesia Evangélica en Alemania. Es un edificio imponente (mide 116 metros de alto), construido alrededor del año 1900 y concebido originalmente como un templo protestante que constrarrestara la influencia de la Basílica de San Pedro en el Vaticano.



Bien, por hoy, he terminado. Si todo sale bien, la próxima hablará de Alexanderplatz, de la torre de TV y quizás del muro. Por lo que veo, restan aún como dos o tres entradas más de Berlín!

jueves, 17 de julio de 2014

Berlín, Alemania - Parte 5

Casi sin querer, estamos (en esta relación escritor-lector) en la quinta entrada respecto a Berlín, capital de Alemania. He notado que de alguna manera los relatos han ido evolucionando, desde simplemente cuentos de lugares visitados y anécdotas, a relatos con chispazos de historia y cultura general. No sé si esto se debe a una mejora en mi nivel de escritura o si simplemente, Berlín es la primera ciudad que visité con mucha (demasiada) historia reciente. Creo que prefiero no saberlo.

Para el lector desprevenido, vengo contando mis avatares por la capital teutona. Si te perdiste la entrada anterior, te la dejo al alcance de un click:


Amanecía un nuevo día en Berlín. Luego de varios días soleados y primaverales, el cielo volvía a estar amenazante y se notaba que la lluvia no se haría desear demasiado. El plan para el día era ir por primera vez al centro de la ciudad, o Mitte, como se lo conoce en aquellas latitudes. Para ubicar espacialmente al lector, para llegar al centro, bastaba con volver a la Puerta de Brandeburgo y desde allí, en lugar de caminar hacia el Tiergarten, ir exactamente hacia el lado opuesto, caminando por el bulevar principal de la ciudad: Unter den Linden (en español: Bajo los Tilos).

Volvíamos de salir de lo del amigo Thomas. No sé si lo había comentado antes o no, pero luego del incidente en el subte, descubrimos que teníamos un ómnibus a dos cuadras de nuestro alojamiento que nos dejaba enfrente a Potsdamer Platz. Hacia allí fuimos, utilizando nuestro ticket por tres días.

En este momento, haré un paréntesis para contar algo que me pareció raro en Berlín. En todas las ciudades en las que estuve donde había subte, los vagones eran individuales y de tamaño similar al de un ómnibus. Para salir de un vagón y entrar a otro, era necesario salir por una puerta e ingresar al siguiente. En Berlín, los subtes son diferentes. 



Como se puede ver en la foto, es un espacio contínuo desde una punta a la otra del tren. Es muy extraño ver hacia la parte de atrás cuando se está en movimiento, sobre todo cuando se está pasando por una curva, dado que el tren parece ir serpenteando por las vías. Con esto cierro el paréntesis: )

Llegamos a Potsdamer Platz, compramos un café en Starbucks y continuamos hasta el lugar planeado. Sin embargo, antes de caminar por el bulevar más famoso de la ciudad, teníamos una parada obligatoria: el Reichstagsgebäude o edificio del Reichstag. En este edificio, funciona actualmente el parlamento alemán.



Como el lector se podrá imaginar, por su cercanía, el edificio se encuentra en el barrio del Tiergarten, en el distrito Mitte. Fue terminado de construir en el año 1894 y (según Wikipedia) tiene un estilo neorrenacentista (espero que por lo menos un lector entienda esta última parte). Desde el año 1999 y cada cinco años se reúne en el Reichstagsgebäude la Convención Federal para elegir al presidente de Alemania. No confundir al presidente con el canciller de Alemania. Por lo menos en estos lares, estoy convencido de que (casi) nadie conoce al presidente alemán, un tal Joachim Gauck. Sin embargo, creo que todos sabemos el nombre de esta señora:



Me volví a desviar del tema principal: El edificio del Reichstag. Si el lector es frecuente del blog, habrá notado que en ningún momento mencioné que dicho edificio hubiera sido dañado durante la Batalla de Berlín en la Segunda Guerra Mundial. Bueno, lo menciono ahora. Durante dicha batalla, el Reichstagsgebäude fue lugar de cruentos enfrentamientos, siendo seriamente dañado. Incluso, a fines de febrero del año 1933, el edificio del parlamento ardió en llamas debido a un incendio intencional que nunca fue aclarado. Fue recién luego de la reunificación de Alemania, que el parlamento volvió a sesionar allí, previo a una gran reforma y modernización del edificio. Una de las principales características del recinto pasó a ser su nueva cúpula, que se ha convertido en una gran atracción turística, recibiendo miles de visitantes por día. Dentro de la misma existen rampas que permiten acceder a un mirador, que se levanta a 40 metros del suelo.



Como último comentario de la cúpula y tal como mencioné anteriormente, la misma puede ser visitada por turistas. De hecho, si no recuerdo mal se puede hacer en forma gratuita el paseo, mediante una reserva por la web. El día que pasamos por allí no teníamos hecha la reserva y luego no volvimos a ir, por lo cual, la subida a la cúpula quedará para el próximo viaje.

El clima estaba amenazando desde hacía algunas horas, hasta que en un momento cercano al mediodía comenzó a llover en forma bastante intensa, debiendo refugiarnos un buen rato en la Puerta de Brandeburgo. Cuando amainó un poco el agua, retomamos la caminata. Del otro lado de la puerta, está otra plaza bastante famosa de Berlín: la Pariser Platz (plaza de París). Luego de la plaza, comienza el bulevar Unter den Linden (que vendría a ser una continuación de Straße des 17. Juni, la que cruza el Tiergarten), uno de los más famosos de la ciudad y una de las principales rutas hacia el centro.

En Unter den Linden existen múltiples tiendas donde comprar recuerdos y chucherías de la ciudad, así como la versión alemana del museo de cera Madame Tussauds. Sobre este bulevar hay algunos edificios universitarios, así como diversos comercios y restaurantes. Tal como indica su nombre, existen cientos de árboles de tilo a lo largo de la calle, que fueron plantados en el año 1950. Al igual que en varios puntos de la ciudad, múltiples edificios importantes que dan a este bulevar están siendo remodelados o refaccionados, en la mayoría de los casos, con el objetivo de dejarlos idénticos a su construcción original.

Durante la caminata, me encontré con un Buddy Bär (oso Buddy), que es una escultura de un oso, de tamaño natural, de la cual hay 300 por todo Berlín (ubicados en plazas y calles importantes de la ciudad). Una peculiaridad que tienen, es que cada uno de los osos está pintado con un diseño distinto. De hecho, hace algunos años, vino una exposición de estos osos pintados a Montevideo, que si no recuerdo mal, se colocaron en la Plaza Independencia. Por otra parte, los osos promueven la tolerancia, la comprensión entre los pueblos y la paz entre las naciones del mundo.



A menos de dos kilómetros de la Puerta de Brandeburgo, caminando por Unter den Linden, se llega a un lugar llamado Isla de los Museos. La razón es simple, es literalmente una isla entre dos ramas del Río Spree donde hay varios museos. Sin embargo, la Isla de los Museos será parte del próximo relato.

Gracias por la compañía!

lunes, 14 de julio de 2014

Berlín, Alemania - Parte 4

Hay un dicho popular (o no) que establece que hay que conocer un lugar nuevo (por lo menos) una vez al año. Creo que con esto se conseguiría ser feliz en la vida. O algo así. En los últimos años, he intentado llevar esto a la práctica, intentando traer felicidad a mi vida. En caso de que la misma no venga, por lo menos viajo.

Si será cruel el destino que mientras buscaba en google, intentando dar con la frase original, la primera sugerencia del buscador refiere a 25 cosas que hay que conocer en New York. El destino me está queriendo decir algo (creo).

Pese a todo lo anterior, Berlín es la ciudad que nos convoca en este momento. En la última entrada, dije que escribiría acerca de: AlexanderPlatz, del Reichstag, de la Puerta de Brandeburgo, de Unter den Linden entre otras cosas. Creo que mentí, lo voy a dejar para más adelante. Si querés leer la entrada anterior de la ciudad, dale click a:



En entradas anteriores, relaté la ida al Tiergarten y a la Siegessäule (la columna de la victoria). La siguiente imagen ayuda a comprender mejor los recorridos, dado que muestra los principales puntos mencionados en relatos anteriores, así como en los próximos.



La Berliner Philharmonie, Potsdamer Platz, Brandenburger Tor y Siegessäule  son algunos de los puntos ya mencionados. Sobre la derecha de la imagen, se encuentra la Puerta de Brandeburgo. Siguiendo en orden los lugares visitados, digamos que comenzamos por el punto 3 de la imagen, siguiendo la línea roja en sentido antihorario hasta llegar al punto 2 (la columna de la victoria). Ahí habíamos quedado en la entrada anterior.

Continuamos caminando por Straße des 17. Juni (calle del 17 de junio) hacia la izquierda de la primera imagen. Apenas terminado el Tiergarten, se llega a Charlottenburger Tor (Puerta de Charlottenburg).



Charlottenburg fue una cuidad independiente, al oeste de Berlín y fundada a principios del siglo XVIII. Actualmente, está unida a la ciudad, siendo un barrio más de Berlín. La Puerta de Charlottenburg es homóloga a la de Brandeburgo. Tal como indica su nombre, este lugar servía de entrada a la ciudad. Originalmente, en lugar de una puerta, se había construido un puente de madera (que permitía cruzar el Canal Landwehr) junto a dos casas simétricas al costado de la calle, que servían para recolectar peajes e impuestos. Cuando los mismos fueron abolidos, se decidió reformar el lugar, construyendo la puerta que hoy en día existe. Durante la Batalla de Berlín en la Segunda Guerra Mundial, la puerta fue seriamente dañada (como gran parte de la ciudad) hasta que en el año 1970, fue restaurada (parcialmente).

Cruzando el canal mencionado antes (ya en Charlottenburg), se entra a un predio bastante grande, con múltiples edificios universitarios. Continuando la caminata, se arriba a Bikini Berlin, un centro comercial que según su propia descripción, es el primer shopping conceptual del mundo, con una cuidada colección de tiendas y boutiques compatibles. La verdad es que no entré al Mall, por lo cual, no tengo referencias sobre si es interesante o no.

El punto de Bikini Berlin es que se encuentra pegado a Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche, o bien, la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm, una iglesia evangélica luterana en recuerdo del emperador Guillermo. Coloquialmente, se la llama Gedächtniskirche (Iglesia del recuerdo). La particularidad de esta iglesia, es que fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial (se está volviendo frecuente esta última frase). La diferencia en este caso es que en lugar de haber sido reconstruida, se la ha mantenido en estado de ruinas como forma de memorial. Actualmente, está declarada como monumento protegido.

La siguiente imagen corresponde a la iglesia en el año 1900:



Este es el estado actual de la misma: 


Cuando estuve en la ciudad en abril de 2014, como tantas otras construcciones antiguas, la iglesia estaba en mantenimiento, por lo cual, no pudimos ingresar. Una verdadera lástima, dado que es, literalmente, un pedazo de historia metido en la ciudad. La zona donde está ubicada la iglesia es muy comercial y realmente vale la pena visitarla.

Una vez visitados todos estos lugares, optamos por volver al hotel (caminando). Parece mentira, pero todo el relato anterior y los lugares visitados los hicimos caminando, literalmente, kilómetros de calles en Berlín. 

Para finalizar esta entrada, voy a comentar dos cosas interesantes que conocí en Berlín. 

Juegos de mesa - Ya nos habían advertido que hay ciertos negocios donde las personas pueden comprar juegos de mesa, hasta ahí, es idéntico a cualquier parte del mundo. La diferencia es que por tres euros (precio de entrada, la persona puede quedarse el tiempo que quiera), se puede entrar y tener acceso a cualquiera de los juegos disponibles en el local. De hecho, hay determinados juegos que no pueden ser comprados, dado que están disponibles únicamente para aquellos que vayan a jugar allí. Aparentemente, la cultura del juego de mesa es mucho más frecuente que por estas tierras.

Vapiano - Lo catalogo como el mejor lugar en el que he comido. Así de simple. En Vapiano se come comida únicamente italiana, pero con un concepto distinto al que estaba acostumbrado. Ofrecen pizzas y pasta, así como entradas típicas y postres. Hay varios mostradores según lo que se quiera comer, las dos veces que fui, me paré en el mostrador de pastas, en una cola de varias personas. Cuando fue mi turno, en lugar de un cajero me encontré con un cocinero que esperaba que le indicara mi menú. Una vez que decidí atacar unos Spaguetti alla Carbonara, el cocinero comenzó a preparar mi plato, detrás del mostrador y adelante mío. Mientras tanto, otro cocinero preparaba le bruschette (unos pancitos tostados, condimentados con aceite, vinagre, sal y en este caso, tomate cortado chiquito), que se usan frecuentemente como aperitivo en la cocina italiana. 



Todo estaba realmente exquisito, el decorado del local era excelente y el precio de la comida, barato. En pocas palabras, el mejor descubrimiento gastronómico que he hecho. Investigando un poco y como llamado a la solidaridad, Vapiano estaría interesado en expandirse a Uruguay (entre otros países) y estiman el costo de apertura de un local en el entorno de 1.5 o 2 millones de euros, por lo cual, inversor amigo, ponga sus billetes allí, prometo mi presencia frecuente en su local.

Hasta aquí hemos llegado, espero te haya resultado entretenida esta entrada!

sábado, 5 de julio de 2014

Berlín, Alemania - Parte 3

El día había estado agitado, horas atrás habíamos despegado desde un aeropuerto en las afueras de Londres, para llegar a otro en las afueras de Berlín. Llegamos a nuestro alojamiento con el cansancio natural de quien ha caminado mucho y dormido poco en los últimos días, sumado al desgaste mental de la entrada a la Pension Thomas. Caminamos hasta Potsdamer Platz, bordeamos el Tiergarten, entramos al Holocaust-Mahnmal y sus miles de losas de distinta altura. Finalmente, llegamos a Brandenburger Tor. Si te perdiste el relato anterior, todavía estás a tiempo de leerlo! Entrá acá:



Ya era de noche y estábamos cansados. Había sido un largo día. Optamos por deshacer el camino hecho, cosa de llegar (sin perdernos) a la Pension Thomas. En nuestra vuelta, pasamos por un supermercado berlinés, a comprar víveres para consumir por el camino (seguramente una botella de agua y alguna golosina). Es increíble darse cuenta que cuando no hay un idioma en común entre dos personas que hablan lenguas distintas, TODO puede volverse dificultoso. Descubrimos en este viaje que en Berlín (por lo menos en la parte de servicios) no es frecuente que las personas hablen inglés (español ni probamos), por lo cual, todo puede ser bastante más complicado de lo común para un turista a la hora de querer hacer algo.

Llegando a nuestro alojamiento, encontramos un par de lugares con comida turca y a precios razonables. En mi vida había probado un kebab ni ninguna de esas cosas (bah, probé sí, pero en su versión montevideana), por lo cual, decidimos que podía ser una buena experiencia darle una chance a los turcos. Para contextualizar un poco, el kebab es una variedad de comidas que tienen como ingrediente principal carne asada en pinchos que van girando, de forma que toda la carne se vaya cociendo pareja.


En la imagen anterior, un rico kebab sobre una base de papas fritas y con una especie de salsa (que tranquilamente podía ser de yogurt), acompañado de una Warsteiner helada, una de las cervezas más típicas de Alemania. Volviendo al kebab, la carne también puede ser acompañada por ensaladas o arroz. Por otra parte, también se podían comprar tortillas turcas, bastante similares a los lehmeyunes armenios. Lo cierto es que, por unos 8 o 10 euros, uno puede comer hasta llenarse y con comida realmente rica. Obviamente, reincidimos un par de veces en el lugar.

Al día siguiente, optamos por volver a Potsdamer Platz y continuar con la recorrida iniciada durante el día anterior. Esta vez haríamos algo un poco más inteligente: dado que teníamos los tickets de tres días para todo el sistema de transporte de la ciudad, elegimos subirnos (o bajarnos) al subte y hacer el recorrido en menos tiempo. Para llegar a nuestro destino, debíamos tomar una línea de subte, bajar en la parada siguiente y allí, tomar otro. En menos de quince minutos habríamos llegado. Con este plan en mente, tomamos el primer subte y nos bajamos en la primera parada. Mapa desplegado en mano, comenzamos a buscar el lugar indicado para subirnos al siguiente subte y mientras lo hacíamos, un grupo de tres chicos aparentemente también estaba perdido, dado que se veían casi tan desorientados como nosotros. Como no encontrábamos la parada donde pasaría nuestro segundo subte, decidimos salir al aire libre (todo esto era bajo tierra) a ver si encontrábamos alguna indicación. Cuando nos dimos cuenta que los muchachos desorientados comenzaron a seguirnos de cerca, razonamos que quizás no estaban tan perdidos y apuramos el paso. Subiendo la escalera, notamos que uno de ellos acercó peligrosamente su mano a una de nuestras billeteras, sin éxito. Con bastante susto (no debe estar bueno que te quiera robar alguien a quien ni siquiera le entendés su idioma) salimos caminando ligero del lugar y nos alejamos presurosos.

Volvamos a la historia original. Llegamos (un poco más tarde de lo planeado) a Potsdamer Platz y entendimos necesario pasar por Starbucks a hacer una parada técnica. En todo el viaje, debo haber tomado unos cuatro o cinco litros de Caramel Macchiato. Debo decir que no me canso de esa bebida.


Ahora sí, volvamos a la historia original. Al costado de Potsdamer Platz, uno accede al Tiergarten, el parque principal de Berlín. Está ubicado en el centro de la ciudad. En sus primeros años, era utilizado para la caza de jabalíes y ciervos (en alemán, Tiergarten significa jardín de animales o zoo). Sin embargo, actualmente se utiliza para el disfrute de la gente. Recorriéndolo, me hizo acordar al Central Park en New York (aunque bastante más pequeño), un gran lugar verde en el medio de una ciudad enorme. Es el pulmón de la ciudad. Se encuentra circundado además por lugares históricos de Berlín, como Potsdamer Platz, el Reichstag, el Palacio de Bellevue o la Berliner Philharmonie. La siguiente es una imagen del parque.


Caminando por el parque, es frecuente ver (en días lindos) a grupos de personas descansando tiradas sobre el pasto, andando en bicicleta o caminando por el lugar. Hay decenas de esculturas y caminos de piedras armados para acceder a distintos lugares del parque. Volviendo a la analogía del Central Park, en el Tiergarten hay pequeños lagos con puentecitos de piedra que los cruzan y permiten cruzar de un sector a otro del parque. Tal como se aprecia en la imagen precedente, en el centro del parque hay una columna de grandes dimensiones, llamada Siegessäule (en español, Columna de la Victoria). Vista de al lado, es una columna monumental. Dado que la misma se encuentra en el centro de una rotonda importante (conecta cinco avenidas importantes de la ciudad) y con muchísimo tráfico, existen cuatro túneles bajo tierra que conectan la rotonda con el parque. Al salir de uno de esos tuneles, se puede tener esta vista:



Una característica extraña de esta construcción, es que originalmente fue erigida en un lugar distinto al actual (antes estaba enfrente al Reichstag). Luego de la Segunda Guerra Mundial, Francia quiso dinamitar el monumento, pero fue vetada. Por otra parte, de los cuatro anillos que se ven en la imagen, sólo tres estaban presentes en la construcción inicial. El cuarto anillo fue colocado entre los años 1938 y 1939, cuando el monumento fue trasladado. La columna es coronada por la estatua de la Diosa Victoria, que según la mitología romana, personifica el triunfo.

En el interior de la columna existen 285 escalones en caracol, que permiten llegar casi a su tope. Dentro de sus instalaciones, hay una muestra donde se puede observar la historia de la columna, sus relocalizaciones, sus agregados y los momentos históricos que se han vivido allí. Por otra parte, mientras se suben los miles de escalones (sí, eran 285, pero parecían miles), cada cierto tiempo existen descansos con sillas de hierro y ventanitas al exterior. Si se presta atención, cada una de estas ventanitas permite ver (controlar) cada una de las cinco avenidas mencionadas anteriormente. Supongo que durante épocas de guerra, estos descansos en la columna serían utilizados como puestos de guardia y control de las principales avenidas de Berlín.

En el tope de la columna (debajo de la estatua de Victoria) hay una serie de pinturas que rodean la construcción: pinturas de reyes, de guerras, de militares; probablemente representando la sociedad de otra época.

La siguiente imagen (última de esta entrada) muestra lo mencionado anteriormente, respecto a las ventanillas que apuntan a las principales avenidas de la ciudad.



Detrás de la ventanilla, una silla verde de hierro estaba colocada en el descanso de la escalera caracol.

Por el momento, esto es todo. La siguiente entrada seguramente contenga información de Alexanderplatz, del Reichstag, de la Puerta de Brandeburgo, de Unter den Linden y alguna cosilla más.