Eran las últimas horas en Berlín. Habíamos dejado atrás Alexanderplatz y ya estaba atardeciendo (anochecía apenas después de las 6 p.m.). El día estaba gris, fresco, un tanto lluvioso. La última visita que teníamos planificada para el día correspondía a un sector del Muro de Berlín un poco menos turístico que los visitados hasta el momento. Esta entrada es la octava correspondiente a la ciudad de Berlín en Alemania. Si te perdiste la última, te facilito un link:
El lugar que pensábamos visitar estaba a unos 2.5 kilómetros de Alexanderplatz, distancia suficiente como para caminar en unos pocos minutos a paso acelerado. Como comentario al margen, durante la caminata descubrí los té helados saborizados de Nestlé, en este caso, probé el de durazno. De haberlos descubierto antes, claramente se habrían convertido en un vicio.
Seguíamos avanzando, mientras la tarde se volvía (aún) más gris, fría y lluviosa. Casi que de camino entre nuestro origen y nuestro destino estaba Hackescher Markt, un mercadito con varios comercios y bares para tomar algunos caliboratos, alrededor de un espacio central bastante grande. Dadas las condiciones climáticas, preferimos continuar la caminata, sin detenernos mucho en el lugar.
Algunos minutos después llegábamos a Gedenkstätte Berliner Mauer, o en español, el memorial del Muro de Berlín. El mismo está situado en el medio de la ciudad y se extiende por casi 1.5 kilómetros. El lugar al que llegamos además, era lindero a Friedhof der Sophiengemeinde, un cementerio protestante de la ciudad. De hecho, según lo que leímos, este cementerio fue dividido en dos cuando se construyó el muro. En ese momento descubrimos que no era una buena combinación ir al memorial del muro pegado a un cementerio, en una fría y lluviosa tarde otoñal. Casi literalmente, el aire se cortaba con un cuchillo. El ambiente se sentía muy pesado, al punto de generar cierta incomodidad en el visitante. En el lugar hay varias columnas donde se explican hechos y se describen construcciones que había en el lugar.
El área era bastante amplia. En ciertos sectores había restos de muro graffiteados, en otros tantos, unas columnas que seguían el recorrido original. Cuando nosotros visitamos el lugar, seríamos unas diez personas en total leyendo la cartelería y viendo los alrededores. Todos con la misma expresión de respeto en el rostro. Y silencio. Demasiado silencio. En cierto sector, un monumento en honor a las 136 personas que murieron en el muro, entre civiles y guardias, con sus respectivas fotos (algunas incluso con flores).
No nos quedamos demasiado más tiempo en el lugar. La lluvia era cada vez más intensa, como si nos estuviera echando del lugar.
Al día siguiente, fuimos a recorrer una exposición gratuita llamada Topographie Des Terrors. En la misma, se realiza un relato histórico en forma cronológica de la situación de Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial, de las causas de la misma, del durante y cómo quedó todo luego de 1945. La exposición es una clase de historia, con hechos que todos conocemos por haberlos aprendido en el liceo y otras tantas situaciones que desconocía. Es muy fuerte todo lo que se siente y aprende al visitar el lugar, por lo cual, recomiendo fuertemente ir en caso de estar en la ciudad.
El último punto visitado fue Checkpoint Charlie, el punto fronterizo más famoso en Berlín entre 1945 y 1990. Permitía el paso entre las zonas de control estadounidense y soviética, que ahora serían los barrios Mitte y Kreuzberg. Únicamente empleados militares y de embajadas de los aliados, entranjeros y funcionarios permanentes de la RDA y RFA tenían permitido el cruce por el lugar. El punto de control fue derribado en junio de 1990, mientras que en agosto del 2000 se inauguró la reconstrucción de la caseta, que se ha convertido en una de las principales atracciones turísticas de la ciudad.
Advertencia al visitante:
Y con esto se terminó la visita a Berlín, ciudad que recomiendo fuertemente visitar pues es de las pocas ciudades en el mundo con una gran cantidad de historia reciente (menos de cien años). Es increíble (y admirable) ver cómo han podido reconstruir todo y ser de los países más pujantes del mundo luego de haber quedado devastados al final de la guerra. Eso sí, si se pretende ir a la ciudad, el lector deberá saber que extrañamente, no todos los alemanes hablan inglés (al menos yo pensaba eso), por lo cual, la comunicación con los berlineses puede llegar a no ser un tanto complicada (salvo que el lector hable alemán).
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