Entre finales de marzo y principios de abril, recorrí algunos destinos de Europa. Era la primera vez que cruzaba el gran charco, por lo cual, el objetivo era conocer la máxima cantidad de lugares posibles en los 17 días que duraría el viaje. La primera escala del mismo era la visita a la ciudad de Brujas (Brugge), en Bélgica. Viéndolo en retrospectiva, me llama la atención haber comenzado la travesía visitando una pequeña y antigua ciudad en un país casi que desconocido por los uruguayos. Sin embargo, la elección de Brujas (tal como espero reflejen estas líneas) fue además de azarosa, muy afortunada.
De todas maneras, sigamos el ritual que acompaña estos relatos. La entrada anterior fue la última de Berlín, capital de Alemania. Si te la perdiste, te invito a que pases por acá:
La travesía por Europa, cuya primera ciudad a relatar será Brujas, tuvo antes varias escalas que entiendo merecen ser relatadas en unas pocas líneas de la bitácora. Para llegar a nuestro primer destino, debíamos hacer escala en el aeropuerto Guarulhos de San Pablo. Allí nos subiríamos a un avión que nos trasladaría hasta la ciudad alemana de Frankfurt. Al llegar, el siguiente paso sería tomar un tren que nos dejaría en Bruselas, capital de Bélgica. Finalmente, un último tren nos permitiría llegar a Brujas.
No tengo dudas, el aeropuerto Guarulhos de San Pablo es el peor que he visitado. Tanto en el viaje de ida como en el de vuelta debimos detenernos siete horas allí. Es incómodo, lleno de gente, con muchos free shops y algunos pocos lugares para comer algo, que además eran carísimos. Tanto para subir a un avión como al descender, es necesario subirse a unos buses que trasladan a los pasajeros hasta su respectiva nave. Por un momento temí que el chofer de turno le errara al bus, cosa que por suerte no sucedió. Por ser vísperas del mundial de Brasil, sabíamos que se estaba por inaugurar una nueva terminal, pero no pudimos acceder a la misma. En un momento, el personal de una aerolínea informó que sus pasajeros tenían que presentarse, pero en lugar de hacerlo por altoparlantes, iban recorriendo los pasillos "informando" a la gente a los gritos. Era la primera vez que lo visitaba y me pareció que era más chico de lo que debía ser. En fin, no quiero desviarme demasiado del relato original, continuemos.
Luego de infinitas horas arriba del avión (algo así como once o doce), llegamos a Frankfurt, Alemania a las tres de la tarde. Al hacer migraciones, el oficial nos hizo las clásicas preguntas intentando corroborar que los turistas no se queden a vivir en su país. La situación se complicó un poco al no llevar impresos los pasajes de vuelta, pero cuando mostramos todas las reservas de hoteles y traslados ya pagos, convencimos al hombre. El aeropuerto de Frankfurt es el principal de su país y tercero en europa, transitando por el mismo más de 50 millones de pasajeros. Su interior es bastante moderno, con muchos ventanales y correctas señalizaciones. Una gran ventaja es que está conectado con la terminal de trenes, desde la que partiríamos hacia Bélgica.
Debimos estar un par de horas en la terminal de trenes, por lo cual, aprovechamos para recorrerla. Mucha prolijidad, quizás hasta demasiada para lo que estamos acostumbrados. Trenes que arribaban y partían a la hora indicada en los carteles. Recipientes para depositar distintos tipos de desperdicios. La gente con la que tuvimos contacto fue super cordial y hablando en perfecto inglés. Desde un costado de la terminal se accedía a un hotel Hilton Garden Inn cuyo diseño era similar al utilizado en la terminal, sobrio y con mucho vidrio. A esa altura, ya estábamos casi que en hora, así que fuimos al anden 7 a esperar el tren.
Si bien era uno de los últimos días de invierno, el frío se comenzó a hacer notar mientras esperábamos nuestro transporte. El tren llegó en la hora señalada y allí subimos. Estaríamos sobre el mismo cuatro horas, hasta llegar a Bruselas en el medio de la noche. Si en Frankfurt nos pareció que hacía frío, en Bruselas el clima era bastante peor. Esperamos en la estación Brussel-Noord el tren que nos llevaría a nuestro destino. Finalmente, subimos a un tren similar al de la próxima imagen, que sería el encargado de depositarnos en Brujas. Seré sincero, hasta ese entonces desconocía que hubieran trenes doble piso.
La última hora de viaje (la que separaba Bruselas de Brujas) se hizo sumamente rápida. Cuando quisimos acordar, estábamos bajando en la estación Brugge. El lugar escogido para pernoctar las dos noches que estaríamos en Brujas era el Hotel Ibis Budget Brugge Centrum Station. Tal como indica su nombre, se encontraba pegado a la estación de trenes, ideal para una fría noche de invierno y turistas con varias maletas.
Más allá de ser de los hoteles de menor precio, no tuvimos ninguna queja con el mismo. El ibis tenía lo esencial para asegurar un buen descanso y permitir al turista renovar energías para el día siguiente.
Ya escribí demasiado. En la próxima entrada relataré las primeras experiencias por la ciudad. Espero hayas disfrutado la presente!
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