Lo que leerás a continuación, corresponde a la segunda parte de:
http://mathiasonthetrip.blogspot.com/2012/06/chicago-windy-city-parte-1.html
Chicago es una ciudad increíble. Quizás se deba a que era la primer ciudad a la que llegábamos, o quizás es increíble realmente. Tendría que volver a ir y redescubrirla. Junto con New York (también volvería a Orlando), es una ciudad en la que me quedaron muchas por hacer, muchos lugares por conocer y a la que sin dudar, volvería a ir.
Si no recuerdo mal, habremos estado cuatro o cinco días. Apenas llegamos, como mencioné en el artículo anterior, comenzó a nevar, no mucho, pero hacía bastante frío. Dejamos todo en el hostal y salimos a caminar bajo la nieve. Dejo constancia que el orden del relato puede no corresponderse con el orden real de los acontecimientos, aunque intentaré respetarlo lo más fielmente.
Empezamos a caminar por una avenida bastante principal. No me daban los ojos para mirar todos los edificios y paisajes. Tampoco me daba la cámara para sacar tantas fotos. Pese a que lo intuía, me llamó mucho la atención la diferencia del skyline de las construcciones de Chicago, respecto a las de Montevideo. Edificios de 60, 80 pisos eran habituales y los había por todas partes.
En un momento llegamos una plaza con pista de patín. No, no patiné (en esa!). Igual, es anecdótico el hecho, pues en realidad, quería hacer mención a un "monumento" (por no encontrarle una mejor definición) llamado "Cloud Gate" (puerta de/hacia la nube). Agregué una foto de las que saqué allí. Es cuando menos raro. Al observar detenidamente el monumento, se puede apreciar el reflejo de los edificios vecinos.
Dicho esto, sigo la historia.
Continuamos el recorrido. Creo que a esa altura ya habíamos pasado por Starbucks. Para quien no ha tenido la experiencia, es una cadena de cafeterías internacional, que durante el viaje se nos volvió casi un amigo de ruta (más que un amigo, un hermano). Tal vez por el frío, por la necesidad de tomar algo caliente, o nomás por lo rico que era el café y el chocolate, lo cierto es que supimos ir hasta dos o tres veces por día durante todo el viaje. Hay tres tamaños de café (el venti creo que era el más grande) y bastante variedad de tipos y sabores. Para sacarse el frío, puede agregársele uno, dos o hasta tres shots al café. En fin, altamente recomendable. Y si te pudrís de tomar café, el chocolate caliente de Starbucks es MUY rico (sobretodo si hace frío). A Uruguay no ha llegado aún. Habría que hacer una fuerza para traerlos!
Continúo. A esa altura eran como las 4 pm y ya notábamos que estaba anocheciendo. También notamos que no habíamos almorzado aún, por lo cual, empezamos a buscar algún lugar para calmar al estómago. Entramos en un lugar cercano al Hard Rock Café de Chicago. Si el lector es impaciente, se preguntará por qué carajo dedico tantas líneas al almuerzo. La razón es simple. Los mozos en Estados Unidos son amables, MUY amables, quizás, demasiado amables, atentos y efusivos. Me explico. Apenas entrás a un lugar a comer, ya te preguntan cuántas personas son y te dirigen a una mesa acorde. Te traen la carta. No pasaron cinco minutos, que ya viene el mozo a ver si decidiste qué vas a comer (así el lugar esté vacío y no haya nadie para atender, o que hubiera necesidad de vaciar las mesas rápido). Evidentemente, acostumbrados a los bares uruguayos, nosotros aún no habíamos ni empezado a mirar el menú. Hasta que no les decís qué vas a comer, cada cinco minutos vuelven a ver si decidiste o no. Uno podría pensar que cuando te traen la comida detienen su actitud y te dejan comer tranquilo. Pero no. Cada poco rato vuelven a ver si todo está OK, o si precisás algo. Al principio, es hasta gracioso (por la diferencia del servicio respecto al uruguayo), pero después comienza a molestar un poco. No digo que sea bueno o malo el servicio o la atención, de hecho, se notaba que los mozos se preocupaban de que todo estuviera bien, pero fue una de las pocas diferencias culturales que me chocó o por lo menos, me resultó llamativo.
Esa misma noche fuimos al John Hancock Center. No voy a subir ninguna foto, porque no salieron muy bien. El interesado puede googlear un poco. Para resumirlo, es una de las torres más altas de Chicago. En su momento, fue el rascacielos más alto del mundo (fuera de New York). Subimos al piso 95, donde hay una cafetería con vista panorámica. Te sentís en el techo del mundo, pero te das cuenta también de lo chiquito que sos. Aprovechamos para sacarnos el frío tomando algo, compramos algunos recuerdos (de hecho, un recuerdo de esos me lo sacaron en el aeropuerto, después cuento mejor) y seguimos viaje. Y así terminamos el día. En la vuelta al hostal, vimos ardillas correteando en la nieve y subiéndose a los árboles. Otra boludez, pero me resultó simpática.
Voy dejando por acá. Después sigo.
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