Era casi medianoche de uno de los últimos (y no por eso menos fríos) días de invierno en la ciudad de Brujas, Bélgica. Un par de turistas descendían en la estación principal de trenes de la ciudad, luego de una travesía que incluyó dos aviones, dos trenes y más de un día de viaje. El hotel escogido, el ibis budget, estaba casi pegado a la estación de trenes, sin embargo, para llegar al mismo era necesario subir una escalera que, con las horas de viaje y las valijas, se hizo interminable para los viajeros.
Esta entrada es la segunda correspondiente a la ciudad de Brujas, en Bélgica. Si querés leer o releer la primera parte, click en el siguiente enlace:
Comencemos por el principio. Brujas, Brugge o bien, La Venecia del Norte es una ciudad belga, capital de la provincia de Flandes Occidental. Cuenta con unos 117.000 habitantes y se encuentra en el noroeste de Bélgica. Su nombre significa puentes en idioma flamenco. De hecho, el flamenco (o flamenco occidental) es la lengua oficial de la provincia.
Uno de los principales atractivos de la ciudad es su casco histórico, manteniendo casi que intactas todas sus construcciones medievales. Al igual que otras ciudades europeas, Brujas es conocida como La Venecia del Norte, debido a la gran cantidad de canales que atraviesan la misma.
Entre los siglos 12 y 15, Brujas vivió su época dorada. Debido a su estratégica localización, fue cuna de cientos de emprendedores que desarrollaron nuevas formas de capitalismo en la ciudad, empleando innovadores métodos de comercio y de pago. A partir de esto, la ciudad comenzó a recibir oleadas de comerciantes de distintas nacionalidades. Por otra parte, la industria de la lana se expandió rápidamente, considerándose a los tejedores e hilanderos de la ciudad, como los mejores del mundo. En esos tiempos, el puerto de Brujas era uno de los más importantes de la región, generando que la población de la ciudad aumentara significativamente. Finalmente, en el siglo 15 Felipe el bueno definió en Brujas la localización de su corte, atrayendo a cientos de artistas, banqueros e importantes personalidades de Europa.
Luego de un importante declive en los siglos posteriores, en el año 1965 comenzó un renacimiento de la ciudad, restaurándose residencias, comercios, iglesias y edificios históricos. A partir de esto, se generó un boom turístico en Brujas, que actualmente recibe alrededor de dos millones de turistas por año.
Basta de tanta información y culturización, volvamos a la historia de los turistas, pero ahora relatada en primera persona.
Llegamos al hotel casi a medianoche, con un frío bastante jorobado. Hicimos check-in en el ibis budget, dejamos nuestras maletas y media hora después, estábamos hablando con el recepcionista del hotel. Aparentemente, le llamaba la atención que un par de turistas llegaran en mitad de la noche y aún así estuvieran dispuestos a hacer un primer reconocimiento de la ciudad. La realidad era que no habíamos podido cenar y buscábamos algún lugar abierto. Mapa en mente y siguiendo los consejos del buen hombre, salimos a caminar.
Lo primero que me llamó la atención, aún en mitad de la noche, fueron las ciclovías. Cada calle tenía un espacio importante designado, pero ya hablaré de esto más adelante. Lo que puedo decir por ahora, es que si caminás por una ciclovía, los ciclistas te van a mirar feo.
Siguiendo las recomendaciones del don del hotel, caminamos varias cuadras por una calle llamada Koning Albert I-laan. Por el momento, no habíamos visto nada de construcciones medievales ni canales. No era la Brujas que me habían vendido. En un momento determinado, llegamos a una plaza, con una fuente central y algunos lugares para comer a su costado. Lamentablemente, todos cerrados y sin movimiento. Sin embargo, las calles ya comenzaban a ser de adoquines y las casas a tener un aspecto más antiguo. La alegría fue aún mayor cuando notamos que una cuadra más adelante, había un lugar de comida turca (o símil) abierto.
Luego de una rápida cena, continuamos la marcha. Ahora sí parecía que estábamos acercándonos a la Brujas que uno ve en internet. Calles angostas, de adoquines. Casas de altura uniforme, de unos dos pisos o tres y con techos típicos.
Era extraño notarse caminando por esas calles, quizás las mismas que hace 500 años, pero ahora circuladas por autos de último modelo. Era raro también darse cuenta que los negocios en esas calles vendían productos tecnológicos o ropa moderna. Si no hubiese sido por esos pequeños detalles, tranquilamente uno se podría ver caminando en la Brujas de hace medio milenio.
Seguimos caminando por Noordzandstraat. Pronto notaríamos que el sufijo straat significa calle, dato útil si los hay. Un rato más adelante, luego de habernos cruzado con más bicicletas estacionadas en la calle que turistas caminando, llegamos a una zona con varios pubs, raramente abiertos.
Por acá termina esta entrada. En la siguiente, el primer día en Brujas!