Cuando comencé a escribir estos relatos, mi objetivo era poder volver a viajar al poco tiempo de haber terminado de escribir todo, de forma de nunca detenerme en la escritura. Sin embargo, se combinaron dos asuntos que impidieron que esto pasara: el primero, se me complicó para escribir (mitad por boludo y mitad por tener otras cosas para hacer) y el segundo, porque a finales de agosto salió un viaje relámpago a NYC que alteró todo el cronograma que me había armado.
Este post corresponde a una serie perteneciente a la ciudad de New York, siendo el séptimo de su linaje. Los primeros seis se corresponden a mi primer viaje a la ciudad, en enero de 2011. A partir del séptimo y de ahora en más, relataré mis experiencias de mi segundo viaje, en el verano neoyorkino, 2012. Si querés leer los anteriores, pasá por:
Viajar a NYC, si se va por American Airlines, implica pasar por Miami. Llegamos a eso de las 5 AM al aeropuerto de la ciudad. Quizás por las ansias del viaje, quizás porque viajás incómodo como en un 149 a las seis de la tarde con destino Mendoza, lo cierto es que casi no pegué un ojo en toda la noche y estaba un tanto abombado (más de lo habitual!). Cuando hicimos los trámites de inmigración, me toca una minita con pinta latina, y nombre yanqui, con lo cual, apliqué la misma táctica del viaje anterior: le hablé en español. Me respondió en inglés. Evidentemente, no empezaba bien el día. Como siempre, me pidió que pusiera todos los dedos sobre el scaner que tienen, me preguntó para qué iba, cuanto tiempo y todos los papos, hasta que se dió cuenta que no había terminado de completar el formulario de ingreso, lo cual me hizo notar. Divino. Le pido una lapicera. La muy HDP, me mira seria y me dice que si, pero que tiene cargo (wtf! pensé yo, me cobra por usar dos minutos una la lapicera?!?!?!). Retrocedo, en búsqueda de una lapicera "without charges", a lo que me responde: "I'm joking" y me extiende la lapicera. Humillación miamesca a las 5 AM, tremendo arranque de jornada.
Luego del owned más grande del año, trasladamos las valijas para que las despacharan hacia New York y nos quedó un rato libre. Rato libre, un año y medio sin pisar USA hacía que inexorable e inevitablemente se me cruzara una única palabra por la mente: Starbucks. Ya habíamos desayunado abundantemente bien en el avión, pero hay que resistirse al Caramel Macchiato! Aprovechamos para tomarlo, comiendo una especie de brownie de banana (creo) en la salida del aeropuerto, donde ya se notaba la temperatura calurosa que íbamos a buscar. Pasar de los 10 grados de Montevideo a los 25 grados de Miami a las 5 AM era una sensación gloriosa.
Una vez culminado el café, nos dirigimos hacia el lugar donde salía nuestro avión. En el camino, tal como pasa en Carrasco, nos cruzamos con un monumento (escultura? obra?) de un avión, colgado en uno de los pasajes de la terminal. Se me ocurrió fotografiarlo de abajo, para que se notara completo, por lo cual, debí acostarme (literalmente) en el piso del pasillo, para obtener la toma correcta. Aparentemente algún gil se rió (ni me enteré), pero no me conocía nadie, así que poco me importó. La dichosa foto es:
Seguimos viaje. En el avión, optamos por decidir qué paseos haríamos en nuestra estadía y cumplida esa tarea, miramos el primer capítulo de Breaking Bad (no subtitles), como para ir acostumbrando la oreja. Llegamos a NYC, pero con una diferencia con respecto al viaje anterior, esta vez llegamos en avión (la anterior en bus desde Boston). La vista es asombrosa, espectacular, me quedo corto en adjetivos si quiero describirlo. Por otra parte, en lugar de ir por el aeropuerto JFK, esta vez llegamos desde el aeropuerto de LaGuardia (LGA), mucho más chico que el Kennedy, pero sobre todo, mucho más cerca de nuestro destino, dado que nos hospedábamos en Astoria, Queens.
Luego de algunos incidentes menores (no encontrábamos a los dueños de casa), logramos entrar las valijas al apto y aprontarnos para salir. Esta vez iba preparado, llevé la camiseta del glorioso Peñarol a pasear por la gran manzana y la saqué a relucir el primer día.
Tal como nos había sucecido en el viaje anterior, el primer destino fue el Times Square. Previo a esto, y como supe aconsejar en uno de mis primeros posts, sacamos la free pass de subte, te despreocupás de andar sacando boletos y viajás todas las veces que querés por algunos dólares. En fin. Es inexplicable la diferencia entre NYC en verano y en invierno, la vez anterior con -10 grados y ahora con 30, la cantidad de ropa menos que precisás, la facilidad que tenés para moverte. Se vuelve mucho más transitable la ciudad en verano, por más que haya más gente en las calles y respirás felicidad (estoy hecho un poeta!).
Luego de dar algunas (varias) vueltas por el Times Square (y de consumir un refrigerio de Starbucks), arrancamos hacia el Rockefeller Center, donde nos llevamos una mayúscula sorpresa. En el invierno de 2011, habíamos visto una pista de patinaje sobre hielo en la base de uno de los edificios, con una escultura dorada y banderas de países de todo el mundo a su alrededor. Ahora en cambio, había un espacio vacío, con algunas mesitas de algún café cercano. Pero nada de hielo, ni de patinaje, ni escultura, ni banderas, nada. Estuvimos un rato largo discutiendo y caminando alrededor del edificio para convencernos que estábamos en el mismo lugar. A los pocos días, nos enteramos que aparentemente, arman esa estructura para invierno y la desarman para el verano. Muy loco.
Uno de los objetivos que nos habíamos propuesto en el viaje era poder ir al Radio City Music Hall, al espectáculo Zarkana, del Cirque su Soleil. Sabíamos que a través de internet, se podían conseguir promociones especiales, de forma de ahorrar algunos dólares, o por el mismo precio, tener localidades con buena visibilidad. Días anteriores, ya habíamos encontrado una página con un código, que era el que permitía un descuento de 50% en la web de compra de tickets. Nos detuvimos en la puerta de un Starbucks a garronear internet e intentar acceder a ese código. No había forma. Conseguimos otros, pero no eran tan buenos y terminabas pagando una torta de guita.
Finalmente la búsqueda resultó infructuosa, con lo cual, decidimos ir al teatro a averiguar cómo era la movida y ver si podíamos tener algún descuento o algo. Nada. Alta decepción. Luego de varias horas, el Cirque du Soleil nos había vencido y nos quería hacer abonar el precio total, sin descuento. Optamos por esperar hasta la noche e (computadora mediante) intentar nuevamente. Pondría alguna foto del Radio City Music Hall, pero creo que en post anteriores ya lo hice.
Este post finaliza por acá. En el siguiente, relataré nuestra visita al museo de cera, Madame Tussaud's Gracias por llegar hasta acá!
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