No habíamos llegado a Málaga cuando ya nos estábamos yendo, apenas unas horas en la ciudad como para conocer su encanto y anotarla como lugar a volver. El próximo destino de paso era Torremolinos, un municipio a unos 20 minutos de distancia. Pero antes, dejo a mano la entrada anterior.
Torremolinos es una pequeña ciudad ubicada en la Costa del Sol, a menos de 20 kms de Málaga y cuenta con aproximadamente 70 mil habitantes. Las edificaciones son las típicas de un balneario mediterráneo, con construcciones bajas y colores claros. Cuenta con un muy bonito paseo a lo largo de su costa, con múltiples lugares para hacer compras o detenerse a comer.
Al llegar a Torremolinos el clima era terrible, repleto de nubes y una tormenta aproximándose. Decidimos recorrer un poco la Calle de la Carihuela y posteriormente, elegimos un lugar pintoresco para comer. Afortunadamente para nosotros, el clima había mejorado sustancialmente.
Luego de comer un pescado típico y tomar alguna bebida típica, rumbeamos hacia Marbella. Sin embargo, antes de seguir, conocimos a unos hombres de profesión espeteros. Para los malpensados, espetero es un oficio típico de la costa y que consiste en espetar, o mejor dicho, ensartar pescado (generalmente sardinas) en cañas y ponerlas a asar a las brasas sobre arena de playa.
Luego de conversar un rato con los asadores, continuamos la marcha.
A 45 kilómetros de los espeteros nos encontramos con la famosa Marbella. Pese a su fama y glamour adjudicado, no me pareció nada del otro mundo. Si bien es cierto que tiene una costa fantástica y un casco antiguo muy lindo y cuidado, no le encontré todos los encantos prometidos.
Al igual que en las ciudades anteriores, predominan los blancos y colores crema (o pastel?) en las construcciones, así como pequeños balcones y plantas con flores. Hicimos una corta caminata por las arenas de Marbella, posteriormente un breve chapuzón en sus aguas y finalmente, volvimos a partir. Esta fue la última ciudad perteneciente a la Costa del Sol, desde ese momento y hasta el fin del viaje iríamos hacia el norte.
Andalucía es increíble, tiene tantos lugares a los que ir, tantas cosas distintas para ver que este blog quedaría chico para relatarla en su justa medida. En nuestro caso, luego de visitar La Alhambra en Granada, nos encontramos manejando por una autopista repleta de molinos de viento. Pasamos por las Cuevas de Nerja y visitamos varias ciudades de la Costa del Sol. En el momento de dirigirnos hacia el norte, nos encontramos recorriendo una ruta que en ese tramo alcanza los 1000 msnm y que ofrece estos paisajes:
Íbamos camino a Ronda, una ciudad poco conocida por estos lares pero que sin embargo es realmente muy visitada por sus monumentos, bellezas naturales y claro está, su cercanía con la Costa del Sol. Al igual que con las anteriores ciudades, estaríamos apenas unas horas, lo suficiente para tomar algunas fotos y comprar algunos recuerdos.
Ese puente probablemente sea el responsable del 90% del turismo en la ciudad. Denominado Puente Nuevo, fue construido a fines del siglo XVIII y permite salvar el Tajo de Ronda, una garganta de 100 metros de profundidad generada por el río Guadalevín y que separa las partes histórica y moderna de la ciudad. Muchos de los recuerdos y souvenirs que ofrece la ciudad están relacionados con el Puente Nuevo que, a decir verdad, ofrece unos paisajes pocas veces vistos.
Y como quien no quiere la cosa, el destino nos encontró en una plaza de la ciudad aprovechando WiFi gratis para reservar nuestro hotel en Sevilla, ciudad que relataré en mi próxima entrada.