Si hay alguna característica típica de este blog y que se ha mantenido desde su fundación, es la irregularidad con la que se generan sus entradas. Inicialmente había previsto escribir al menos dos por mes pero debo confesar que fracasé rotundamente.
Meses atrás, había compartido parte de mis experiencias en la ciudad de Brujas, en Bélgica. Ya van tres entradas referidas al tema y se puede acceder a la última a través del siguiente link:
Ya era cerca del mediodía y llevábamos varias horas caminando. Decidimos tomar uno de los tours por los canales de Brujas, quizás uno de los paseos más típicos que se pueden hacer en la ciudad. Luego de comprados los tickets y de una breve espera, subimos a bordo. Hay que tener en cuenta que hay decenas de lanchas haciendo los paseos y si no recuerdo mal, se puede subir en distintos puntos de la ciudad, por lo cual, la espera suele ser bastante corta. Tal como era previsible, es totalmente distinta la Brujas que se ve desde los canales respecto a la que se observa a nivel de calle.
Cada barquito cuenta con un guía que permanentemente brinda detalles acerca de los canales así de las construcciones más importantes que permanentemente van apareciendo ante los ojos del turista. Como era previsible, el paseo (que dura alrededor de media hora) es altamente recomendable, siendo quizás el paseo más comprado por turistas.
Luego de bajar de las lanchitas el hambre ya había comenzado a hacerse sentir. Para aprovechar al máximo nuestra estadía, compramos un producto típico de la ciudad (posiblemente sea algo típico de toda Bélgica): un cono de papas fritas con salsa. A decir verdad, no parecían tener nada raro que las diferenciara de las papas fritas de cualquier otra parte del mundo, pero quizás por el hambre que teníamos, nos parecieron espectaculares. Mientras tanto, caminábamos por calles típicas de la ciudad, entre plazas, iglesias, turistas y bicicletas.
Sin embargo, nuestro objetivo ahora era llegar al punto central de la ciudad. El Grote Markt, es una plaza que aloja múltiples edificios históricos, así como monumentos tanto civiles como religiosos. Por haber visto distintas imágenes en internet, sabíamos que nos encontraríamos con un lugar deslumbrante, sin embargo, fue aún más impactante la sensación que nos generó. Si bien es un lugar grande en extensión (capaz no tanto como el Grote Markt de Bruselas), lo que más asombra es el conglomerado de edificios a su alrededor, desde edificios típicos, pasando por un campanario o un mercado cubierto.
Tal como se puede apreciar en la siguiente imagen, en el Grote Markt existe una zona para aquellos que quieren detenerse a tomar y comer algo.
Como mencionaba anteriormente, salvo que uno ya conozca este tipo de ciudades, se va a llevar una gran sorpresa al encontrarse con este paisaje.
Alrededor de la plaza existen distintos paseos que se pueden realizar, algunos de ellos gratis (como por ejemplo la entrada a una pequeña iglesia antigua) y algunos otros pagos.
Optamos por conocer Historium. Según lo que pudimos averiguar, era un paseo que permitiría al visitante conocer la historia de la ciudad y adentrarse en la Brujas del medioevo. Para ser sincero, quizás haya sido el punto más bajo de nuestro paseo por la ciudad. Es cierto, hay siete salas de proyección donde se va contando la historia de la ciudad en múltiples idiomas, su esplendor y posterior debacle, pero por otra parte, se mezcla la historia de amor de dos personajes, como forma de darle continuidad a la historia. Es interesante el paseo ya que permite conocer muchos aspectos e historia de la ciudad que de lo contrario es posible que pasaran desapercibidos, pero no es mucho más que eso. Como último detalle del paseo, antes de salir obligatoriamente se pasa por un sector denominado Duvelorium, donde se puede hacer un alto y degustar una Duvel, una cerveza típica.
Hemos llegado al final de esta entrada. Seguramente reste un relato más sobre Brujas, donde hablaré entre otras cosas, del campanario y de las puertas de la ciudad.
Luego de bajar de las lanchitas el hambre ya había comenzado a hacerse sentir. Para aprovechar al máximo nuestra estadía, compramos un producto típico de la ciudad (posiblemente sea algo típico de toda Bélgica): un cono de papas fritas con salsa. A decir verdad, no parecían tener nada raro que las diferenciara de las papas fritas de cualquier otra parte del mundo, pero quizás por el hambre que teníamos, nos parecieron espectaculares. Mientras tanto, caminábamos por calles típicas de la ciudad, entre plazas, iglesias, turistas y bicicletas.
Alrededor de la plaza existen distintos paseos que se pueden realizar, algunos de ellos gratis (como por ejemplo la entrada a una pequeña iglesia antigua) y algunos otros pagos.
Optamos por conocer Historium. Según lo que pudimos averiguar, era un paseo que permitiría al visitante conocer la historia de la ciudad y adentrarse en la Brujas del medioevo. Para ser sincero, quizás haya sido el punto más bajo de nuestro paseo por la ciudad. Es cierto, hay siete salas de proyección donde se va contando la historia de la ciudad en múltiples idiomas, su esplendor y posterior debacle, pero por otra parte, se mezcla la historia de amor de dos personajes, como forma de darle continuidad a la historia. Es interesante el paseo ya que permite conocer muchos aspectos e historia de la ciudad que de lo contrario es posible que pasaran desapercibidos, pero no es mucho más que eso. Como último detalle del paseo, antes de salir obligatoriamente se pasa por un sector denominado Duvelorium, donde se puede hacer un alto y degustar una Duvel, una cerveza típica.
Hemos llegado al final de esta entrada. Seguramente reste un relato más sobre Brujas, donde hablaré entre otras cosas, del campanario y de las puertas de la ciudad.
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